José, anoche tuve un sueño que no entiendo muy bien. Bueno, la verdad es que no lo entiendo, pero creo que se trataba de la celebración del cumpleaños de nuestro hijo. Sí, estoy segura que se trataba de eso. Las personas se preparaban por varias semanas; habían decorado sus casas y compraban ropas nuevas y regalos de todo tipo.
Había algo raro, los regalos no eran para nuestro hijo. Los envolvieron en papeles muy finos, les pusieron unas cintas, lazos muy bellos y los dejaron bajo un árbol. Si, un árbol, pero era muy extraño, porque el árbol estaba dentro de su casa.
Ellos también decoraron el árbol; las ramas estaban llenas de bolas de colores y ornamentos brillantes, en lo más alto del árbol había una figura que parecía un angelito. Estaba Precioso.
Todos estaban contentos y reían. Estaban muy felices con los regalos que daban y recibían, pero fíjate José no le dieron ninguno a nuestro Hijo. Yo creo que ni siquiera lo conocían. En ningún momento mencionaron su nombre. ¿No te parece muy raro, José, que la gente se tome tanto trabajo para celebrar el cumpleaños de alguien a quien ni siquiera conocen?
Creo que Jesús se habría sentido como un intruso si hubiera ido a la celebración de su cumpleaños.
Todo estaba tan precioso y todos estaban tan felices, que me daban ganas de llorar.
Que tristeza para Jesús, ¡no ser parte de su propia fiesta de Cumpleaños!
Cuan grande fue mi alegría, cuando desperté y me di cuenta de que todo había sido un sueño. ¡Que terrible sería si ésta fuera la realidad!
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