Haz de cada día tu hogar. Dale la bienvenida como se la darías a un viejo amigo que viene a tomar el té. No se quedará mucho tiempo, y por eso es que se trata de algo precioso, sagrado incluso.
Observa sus sorprendentes colores, percibe sus salvajes sentimientos. Deja que sus alegrías te conmuevan hasta las lágrimas, que su tristeza te deje pasmado. Siente la apasionante vida surgir a través de cada poro de este día de todos los días.
Y cuando termine, descansa tu cabeza en su almohada, sumérgete en su inmensidad, juega en su profundidad. ¿Llegará otro día? ¿Y acaso eso importa cuando este día ha sido vivido con toda plenitud? Permítete cerrar tus ojos a todos tus mañanas.
Un día, vivido plenamente, siempre será más que suficiente.
La gratitud es la llave, y el candado jamás fue fabricado.
- Jeff Foster-
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